... La que escribe.

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Santiago, Chile
Soy una mujer que también es amiga, hija, nieta, hermana, prima, sobrina y mil cosas más. Disfruto regalando sonrisas en la calle y quiero pensar que el mundo es mejor con ese simple gesto; por eso, me ando buscando. Si usted me ve por ahí, avíseme!

lunes, marzo 25, 2013

TENTACIONES



Huelo las huellas cansadas
en el velo sutil del brillo en tu pupila,
invocando el auxilio de Asclepio
para destilar los surcos sutiles de tu frente mía.

Busco vivir una era de tus sienes de plata;
me inunda y me explota el pecho encabritado,
púber, sorprendido, jubiloso,
como si tuviera esos ocho años
que me descubres a veces.

Te contemplo con los ojos cerrados,
entregado a mi devoción animal
como si fueras un soberano gato egipcio.

Y me expando mineral y botánica
 como enredadera por tus hombros,
entrelazándome en tus poros
llena de paciente urgencia.

Y quisiera fijar esta tibieza vegetal en cada espacio,
buscando traspasar la carne fresca de tu pecho abierto:
con la sed guardada de todos los desiertos,
 me bebo de un sorbo tu respiración dulce
para sobrevivir este jadeo agonizante.

La sangre grita y se alborota, gime, se arrebata,
pues tirita mi boca al oir que es “perfectamente pequeña”;
tu espalda de satín blanco sella mis dedos imantados a tu tacto…
sometidos, devotos, rendidos, temblorosos.

Estampida profana y sublime que se graba,
que conquista y que gobierna,
mezcla perfecta de ángel y demonio:
me quedo atrapada en el sueño exorcizado
del rincón escondido entre tu sonrisa y la mía.

jueves, marzo 07, 2013

SINCRONÍA


Un abrazo sutil y firme al tiempo.
Manos tibias y torso firme;
cierro los ojos y sonrío, estremecida:
hueles a madera, tabaco y café.
Y siento que te había olido antes,
aunque seas tan, tan nuevo.

Un rayo eléctrico recorre mi espalda;
los segundos se acompasan y seducen 
al aire agonizante entre los cuerpos.
¿Cómo medir el tiempo esperado,
si desde que miré tus ojos intensos 
las lunas y los meses se multiplicaron
en la espera de la sombra?

La sangre hierve en las mejillas, 
un roce sutil, en lenguas de fuego al aire. 
Siento como respiras en mi mejilla...
y explotan chispas de mis ansias.

Allí estaba yo, esperando (te).
Allí estabas tu, observando (me).
Y así se hicieron nuestras bocas, 
una a través de la otra,
alineadas en un beso maestro.

Batalla perfecta y triunfante,
húmeda, intensa y pausada,
sin tiempos y sin espacios,
como si los labios no supieran 
hacer más que acariciarse...

Éxtasis total en un simple abrazo fundido, 
con una luna francesa guiñándonos el ojo.