... La que escribe.

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Santiago, Chile
Soy una mujer que también es amiga, hija, nieta, hermana, prima, sobrina y mil cosas más. Disfruto regalando sonrisas en la calle y quiero pensar que el mundo es mejor con ese simple gesto; por eso, me ando buscando. Si usted me ve por ahí, avíseme!

viernes, julio 17, 2009

EL DÍA PERFECTO

Ayer, cuando desperté, decidí que sería un día perfecto.
No me importó la jaqueca, me tomé una pastilla para eliminarla y me di una ducha muy caliente.
Tampoco me importaron los comentarios de mi hermana sobre la enorme fila que habría en el cine y el tiempo que debería esperar para ver la película. Fui, una hora antes, y con muy poca gente alrededor conseguí los boletos de Harry Potter y el Príncipe Mestizo.
Mi prima llegaría más tarde y en vez de complicarme por hacer hora, decidí regalonearme un poco y entré a un centro de estética donde dejaron mis manos probablemente tan cuidadas como la Leticia de España. Y más encima en el entretanto, me sirvieron un café.
Llegó mi prima y fuimos a comer al Portal Fernández Concha, de esos completos tan ricos y abundantes, con mayonesa casera. Queríamos ir al Dominó's, pero estaba todo cerrado. No importó; nos comimos unos dinámicos realmente de película, probablemente mucho mejores (y más baratos) que los que podrían habernos dado en el otro sitio.
Llegamos al cine y la fila era interminable, pero oh sorpresa, no era para el horario nuestro. De hecho, ni siquiera nos cortaron los boletos, y entramos como Pedro por su casa. Es que al parecer los chilenos tenemos por costumbre almorzar sagradamente a eso de las 13.30 horas, así que nadie va al cine en ese minuto.
Nos devoramos la película.
Después fuimos al Bravísimo y nos conversamos unos capuchinos helados y un jugo de frutilla compartido, y no importó apurar el tranco porque mi primita tenía cosas que hacer. Fui al depto,saludé a todos, y luego partí a mi sesión de reiki...
En el camino tuve un impasse; una especie de sensación de muerte del otro, se me olvidó por un segundo que este día tan grato no podría contárselo y eso me dio mucha pena. Duró apenas un par de segundos, porque mis ojos cayeron en un muro blanco que tenía un graffitti: "ÁMATE".
Me puse a reír como una loca. No importó realmente, no empañó mi día perfecto.
Marcelo atendía a otra persona, y no me importó el tiempo de espera; saqué un libro de ciencia ficción para amenizar los minutos. El teléfono sonó tres veces, tres amigas increíbles. Una, para confirmar la visita de hoy; la otra, para ver si nos juntamos el sábado, y la tercera para confirmar lo que intuí desde muy temprano: teníamos pases para Technotronic.
La sesión de reiki estuvo increible, tanto que guardaré lo más importante para mi solita. Y sin embargo, me sorprendo muchísimo de lo que vi, lo que conseguí y lo que proyecté. No importó la media hora de atraso, nada empañaría mi día perfecto.
Alcancé a darle un beso a Lilian antes de correr afuera, con los pulmones llenitos de aire fresco y los ojos aun medio húmedos.
Esperé un taxi que llegó tres minutos antes que lo necesario y pasé a buscar a la Majo. En el trayecto, el conductor me conversó y me aseguró que en la noche conocería a alguien. Qué anecdótico sería, pensé, pues no está entre mis planes de este día tan perfecto.
El espectáculo no fue gran cosa, pero dio lo mismo. Vi a gente que no veía hace mucho, y si bien fue grato, tampoco importó. Conocí a otra gente, guapa, interesante, y recibí todo con simpatía y plenitud. Me reí bastante, bailé y observé.
Como la Cenicienta, pasadas las 12 hubo que partir pues hoy es jornada de trabajo.
Y antes de dormir, recordé que debía proyectar nuevamente muchos más días perfectos por venir.
Definitivamente, son el mejor regalo que uno se puede dar.

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