... La que escribe.

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Santiago, Chile
Soy una mujer que también es amiga, hija, nieta, hermana, prima, sobrina y mil cosas más. Disfruto regalando sonrisas en la calle y quiero pensar que el mundo es mejor con ese simple gesto; por eso, me ando buscando. Si usted me ve por ahí, avíseme!

jueves, abril 01, 2010

DOÑA ANA

Ana ha sido una mujer intensa.

De pasos firmes y ágiles, determinada, pasional, práctica.

Con un amor enorme por la cocina y por las plantas, aunque no tanto por los animales. Mata gatos y enseña a usar la onda para tales efectos.

Ana se fue a vivir sola temprano, a trabajar duro, siendo muy joven y en un tiempo en el que era difícil hacer vida independiente siendo mujer en Chile.

Ana ama el baile, la risa y la armonía. Sobre todo la música española, es una delicia oírla cantar "El beso". Tiene un humor irónico y es sumamente ingeniosa. Posee un dinamismo contagioso, y a veces algo abrumador.

Ana es sumamente ahorrativa, organizada y hacedora. Soluciona con la misma facilidad una rodilla pelada de un niño lloroso como la filtración de algún baño. Inventa cosas, como la rueda de regadío donde los nietos hicieron nata por veranos eternos.

Ana es de voz destemplada y gritona, impaciente y porfiada como pocas. Para quienes quiere, jamás faltarán en su casa ni camas ni un plato de comida. Y ella quiere a mucha gente.

Ana usa un gorrito de lana para cubrir sus pocos pelos, un chaleco marrón y unos aritos de oro en forma de botita. Da la impresión que hubiese nacido así, con gorrito, chaleco y aritos.

Jamás se la ve tranquila y mucho menos quieta; se levanta al alba y se acuesta con las gallinas. Y siempre, siempre que está en el patio, se la ve con el culo al cielo ya sea plantando o desmalezando, arremangados los brazos y con un pañuelo para secar el sudor de la frente que saca cada cierto tiempo.

Hace mermeladas que más parecen ambrosía, zanja aceitunas con la rapidez de un cowboy en un duelo a muerte y tiene los deditos verdes pues todo lo que toca germina.
Es cosa de ver sus violetas de persia.

A doña Ana se la respeta y a veces hasta se la teme. Todo el mundo la conoce, si no por su genio, por su habilidad para los negocios o por lo buena samaritana.

Porque además tiene conciencia social. Mucha. Por eso se casó con un hombre hecho para ella. Y eso, además de causarle felicidad a borbotones, le costó en su momento varios miedos, dolores, impotencias y angustias. Casi le cuesta algunos hijos. Pero no se arrepiente de nada, cómo hacerlo, si ha sido tan feliz. Es la vida, nomás, como ella dice.

Doña Ana es tan porfiada que cuando los médicos le dijeron que quedaría postrada en cama de por vida tras sufrir un atropello, decidió que qué sabían ellos y volvió a caminar de puro tosuda que es. Del mismo modo, cuando le salió un tococo en la teta, como ella le dijo al pasar a sus hijas bien entrados sus 80, decidió que el cáncer de mamas no era una cosa para andarse muriendo así que la operaron y quedó fresca como lechuga de guarda.

Doña Ana tiene cinco hijos y una cantidad de nietos que me da miedo contar. Varios bisnietos ya a estas alturas también. Crió hijos ajenos como propios, cuidó en salud y enfermedad no solo a su marido sino a quien así lo requiriera.

Doña Ana es un poco todos nosotros. Lo digo en serio, porque es mi abuela. Y porque la veo a ella en el humor de mi papá, en la voz de mi tía Anaberta, en lo inquieta de mi tía Nina, en lo porfiada de mi tío Juan, en la sonrisa de mi tía Cecilia (no sigo con los nietos, y menos con los bisnietos; sería de nunca acabar)

... Este es mi modo de compartir con el mundo todo lo que la quiero.

1 comentario:

Alejandra Yermany dijo...

Hola!
Soy amiga de tu hermana Sonia, periodista tb de la Portales...llegué de puro copuchenta a tu blog y me encantó esta entrada...preciosa!

Definitivamente es una buena manera de expresar lo mucho que uno puede querer a ciertas personas.

Yo tb lo hago y de manera similar en un blog...por eso me sentí tan identificada, y por eso te dejo este saludito.

Chau!