Llanto mudo, gritos sordos; marchita, mustia, acabada, inerte. No hay luz, no hay esperanza, no hay retorno. Es imposible desandar los pasos, descontar las horas, deshacer la angustia.
Había olvidado la urgencia de un cigarrillo apenas al abrir los ojos, el batallón asesino de lagrimones que ataca en los momentos más inoportunos y la fiesta satánica de suspiros que hacen orgía entre el esternón y la garganta.
Qué ganas de aullar hasta la afonía de tu nombre; qué ganas de lobotomizarme el corazón; qué ganas de hacer suicidio de memoria. Qué ganas de olvidarme, para olvidarte de algún modo.
Me quedé sin vida, vida mía. Me quedé desnuda, tiritando, susurrando un “no te vayas” a tu presencia ausente, sumida en un vacío absoluto y feroz, reducida yo a una sombra aminorada de tu pérdida.
1 comentario:
Me identifico con tu escrito....Te felilicito por dejar correr por esas venas la poesia junto a tu sentimiento
Publicar un comentario