La paradoja del eterno retorno:
ese regreso sin estar, estando.
La presencia ausente,
la búsqueda mutua en el vacío:
la certeza de una eternidad completa
y otra más, viajando en el mismo paralelo.
Sin tocarnos, caminamos de la mano.
No nos vemos, para qué, si nos sabemos tanto...
Sin hablarnos, nos decimos siempre, todo.
Y así, la soledad transita acompañada:
extraña certeza, serena, reconfortante.
Reaparece sin tiempo la sonrisa escondida,
en el triángulo equilátero
de aquella esquina de mi boca.
Tu me piensas tanto como yo te recuerdo:
eso es más que suficiente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario