Hay
batallas perdidas desde antes de gestarse:
el
miedo daña tanto como la inseguridad.
He
ahí el real antónimo del amor, el miedo.
Por
el motivo que sea… no hay argumento válido.
Toda
acción surgida del miedo está destinada al fracaso,
por
mucho que se la maquille de buenas intenciones.
Todo
pensamiento temeroso apuñala la cordura,
esparciendo
fantasmas simbióticos como cáncer.
Toda
palabra dicha desde el despecho, desde el ego herido,
desde
la frustración del pánico, desde la angustia contenida,
apaga
hasta la brasa más incandescente...
No
hay obra que deshaga lo que el miedo puede crear,
ni
omisión que cubra la agonía temerosa
de
enfrentar las verdades simples,
cuando
se han concebido a priori imágenes complejas.
De
nada vale que tras el velo de la vida
yazca
un calmo desierto florido,
si
las neuronas han creado en la sombra de las ausencias
océanos
tempestuosos y demonios torturantes.
Solo
al tener la valentía de abrir los ojos
el
kraken se vuelve mariposa,
y
entonces llega ese pequeño remanso interno
llamado
felicidad…
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