Haciendo un balance sobre los pros y contras del 2012 a nivel personal, me quedo pegada con lo que había leído inicialmente sobre el año del que sería el dragón de agua, para el horóscopo chino. Este sería un tiempo dinámico, con cambios de todo tipo, repentinos y vertiginosos, de muchísima actividad. Había que estar alerta, para poder reaccionar en el momento en que fuera necesario. Se leía entonces lo que efectivamente me pasó: cambios. Cambios de trabajo, de situación amorosa, búsqueda interna para no seguir cometiendo los mismos errores una y otra vez (que para cometer errores, mejor equivocarse en cosas nuevas). El dragón indicaba que no era momento de pensar, sino más bien de hacer. Pues, eso justamente fue lo que hice.
El 2012 fue un año bueno; en materia laboral, dejé atrás un largo período frustrante y depresivo, con mucho estancamiento y por ende con mucha impotencia acumulada. Bastó la llegada mágica de Todo Mejora a mi vida, para que efectivamente "todo mejorara". Vi desmoronarse mi intento de microempresaria ecosustentable, y sin embargo, llegó a mis manos la posibilidad de colaborar en organizaciones y empresas que tienen que ver con el sentido social, la responsabilidad empresarial y la ecología. Amo trabajar en lo que siento es correcto y justo. La Revista SOMOS también ha sido un regalo de vida, precioso y gratificante en el ámbito personal. Me permite hacer lo que siempre quise (escribir, y no de cualquier cosa, sino de aquellas que me hacen más sentido)
Me di cuenta que debía moverme para que las cosas sucedieran, que no podía esperar cambios del universo si yo no me ponía en acción para que la energía circulara. Me fue mal en muchas entrevistas de trabajo, con los llantos y pucheros que corresponde, pero hoy entiendo que esos fracasos no me ataron de manos y mi voluntad y optimismo (y la porfía, factor genético) fueron determinantes para revertir esa "mala racha". Sentí una ira increíble cuando en algún momento ningunearon mi casa de estudios, pero luego vi que, desde quien venía ese desdén, no podría esperarse mucho más así que estaba dentro de las realidades y opiniones que no llegan a mi esfera concreta. Viví desilusiones respecto de algunas personas y me sorprendí gratamente de otras; por eso todo lo veo hoy como un gran, gran aprendizaje. Y por ello, estoy muy agradecida.
Aprendí también que debo hacerle caso a mi guata. Sí, a mi guata, a esa pulsión de alerta que salta en la boca del estómago para bien o para mal. Me reté bastante por no escucharla, pero me felicité a la vez por tener la valentía para revertir la situación sin dejar un holocausto en el camino. Aprendí que debo estar abierta a cambiar mis pareceres y apreciaciones; así, pude por ejemplo disfrutar plenamente de The Wall en vivo (pese a que me sigue disgustando Roger Waters)
Acompañé a don Enrique en su camino final. Me encargué de escribir sus palabras póstumas para el mundo, y me siento infinitamente agradecida por eso, aunque el planeta no se entere jamás. Asimismo, hice de mi puño y letra los agradecimientos por las tarjetas de condolencias, cerrando un ciclo de amor, respeto y admiración por uno de los ancianos más sabios que he conocido (y que creo, con certeza, llegaré a conocer jamás) Me quedo con lo bueno y lo malo: de él, solo lo bueno; de su familia, la cosa es mas diversa. Recordar su sonrisa, los cafés y cigarrillos compartidos mientras cantaba a Perales o Gardel en las tardes de invierno, son sin duda una fuente de felicidad sin tiempo para mi memoria. Me emociona muchísimo su paso por mi vida. Y, claro, me sirvió como entrenamiento para entender que los viejos de uno, por muy brillantes que hayan sido, cumplen ciclos y el físico se deteriora, incluida la paciencia y la memoria. Es parte de la vida y de la muerte, porque todo es uno solo, pues todo y nada son lo mismo.
Agradezco haber tenido tiempo para organizar mi propio tiempo, para respirar en Tunquén, Pirque, el Cajón del Maipo, La Serena, Viña y Melipilla. Agradezco también haber entendido que mi camino debe ser antes que nada conmigo misma, para poder luego compartir con los demás, pues en la medida que avanzo hacia mí, me reencuentro con el universo. Por eso sonrío tanto con recuperar a mi gran amigo de camino, Rodrigo, que es como mi hermano, con quien aprendí que si la amistad es verdadera, da lo mismo si pasan años: un buen abrazo habla más que cualquier otra cosa. Gracias totales por la oportunidad de conversar y recordar concientemente por qué Dios es Phi. Así de simple y contundente.
Sobre ser pareja, creo que aprendí mucho también, aunque hoy haya decidido estar sola. Me agrada la soledad, por primera vez en la vida. Aprendí que ser pareja es un acto heroico, que la experiencia del amor es netamente espiritual pero que para vivirla en lo material no basta solo el sentimiento. Entendí que ser pareja no tiene que ver con ser hijo ni padre del otro, sino ser par a secas, empresa difícil pero imagino (y confío) que no imposible. Aprendí, sobre todo, que el miedo es el principal antónimo de esa experiencia, y que las inseguridades matan irremediablemente los sentimientos de quien te ama.
Reafirmé que ir a terapia es por lejos el mejor auto regalo que podemos hacernos en la vida, que es sano volver cada cierto tiempo sobre los pasos, que nada se saca tapando el sol con un dedo o los agujeros del camino con arena. Aprendí que la mejor manera de superar los miedos es enfrentarlos, aunque sea doloroso al principio. Aprendí además que las situaciones, afectos y reacciones deben tener su tiempo y su espacio, que de nada sirve decir o hacer fuera de estos preceptos. Y entendí además que cuando las cosas no salen o no resultan, es porque no debían salir, porque no era tiempo o algo mejor venía en camino (aunque parezca lo contrario)
Aprendí también que la mejor forma de vivir tranquila es sin fantasmas, y que materializarlos elimina definitivamente los juegos mentales infantiles. Me reencontré con gente maravillosa, precisamente gracias a esto. Aprendí que Tango Feroz sí tenía razón en un par de cosas, pues "creyendo en mañana, fracasó hoy"; por eso mismo, se debe vivir el día a día, pues del mañana no tenemos certezas (y esto, no es alusión a los mayas por si acaso, y tampoco a mis resabios de historia Sanantonina, afortunadamente zanjada ya al 100%)
Entendí que no es un pecado querer vivir bien, y que si trabajo por ello, no es malo que me gusten la ropa, los zapatos, los viajes, comer y beber bueno y rico y un larguísimo etcétera. Aprecié mucho poder hacerlo con la mayoría de quienes amo... hablo de mis amigos y mi familia. Hoy, valoro más que nunca a mi familia, y es un regalo poder disfrutar de espacios y tiempos junto a ellos. Entendí que, si bien es bueno escuchar o dar consejos, si estos no son dados desde el amor no sirven de nada, y es mejor desoír en ciertos casos para evitar heridas.
Cosas pendientes? Muchas, pero todas materiales: quiero aprender francés, tomar un curso de manejo, cambiarme de casa pues siento que allí ya cumplí un ciclo, viajar a Macchu Picchu, retomar mis clases de danza árabe, aprender a bailar tango. Adelgazar, claro, y encontrar un partner de vida en el ajetreo del 2013, con quien caminar y compartir esto y todo lo que se viene para adelante, el tiempo que corresponda. Y reír. Seguir riendo, incluso cuando hay frío y lloren los ojos. Porque entendí que de eso se trata la vida.
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