... La que escribe.

Mi foto
Santiago, Chile
Soy una mujer que también es amiga, hija, nieta, hermana, prima, sobrina y mil cosas más. Disfruto regalando sonrisas en la calle y quiero pensar que el mundo es mejor con ese simple gesto; por eso, me ando buscando. Si usted me ve por ahí, avíseme!

viernes, septiembre 06, 2013

IMANES


… Imanes. Eso somos, imanes: estructuras minerales atraídas entre sí. Tanto, que a veces siento que somos un mismo espíritu en dos cuerpos separados. Si, tanto así es lo que me pasa contigo.

Es extraño cómo tu presencia en mi vida no tiene que ver con que estés o no conmigo. Si claro, es cierto, nuestras pieles se llevan, porque se conocen y porque se saben, como bien dijiste hace relativamente poco. Pero esto no tiene que ver con cuerpos ni con materia, ni con la alquimia que podamos generar juntos o por separado: lo conversábamos hoy al almuerzo, mirándonos a los ojos… más viejos los dos, menos impetuosos ambos, más reflexivos tal vez, pero igual de felices por compartir un par de minutos, como hace una década atrás. Seguimos siendo un par de amantes voluptuosos de arte, de vida, de cosmogonía y de magia, no hay caso. Negarlo sería renegar de nuestra esencia.

El tiempo se me vuelve relativo cuando miro hacia atrás y veo estructuras, pasos, cambios en todo, incluso en nosotros. Cambia la ciudad, cambian los rostros, cambian las dinámicas. Y sin embargo, hay una esencia, un resquicio enquistado en el espacio que queda entre el lóbulo de tu oreja y el lunar junto a mi boca, que permanece intacta. Que persiste.

¿Que si me sigues gustando? ¡Obvio! Pero ya no me nace esa voracidad, ese instinto animal de brincar sobre ti para desgarrar las telas que te recubren y así deleitarme con esa maravillosa espalda (wait, acabo de desconcentrarme, jajajaja)… Ya no noto ese temblor delator sobre mis labios cuando hablamos, ni el látigo eléctrico por el hecho de rozar las manos. Sí, sentí eso, y mucho más… Lo plasmé en poesía porque sentí tanto que no cabía en mí; es cosa de hojear este mismo blog para dar con la figura de cierto fauno sibarita…

Creo, y estoy siendo honesta a más no poder, que el amor que te tuve ha sido (y sigue siendo, porque sé que entiendes que te sigo amando profundamente) la forma más perfecta de sentir que he vivido: te amé de forma desprendida, sin apego, en libertad, con respeto y en deleite de independencia. En regocijo y complicidad. Amándote así, entendí que no estábamos para ser pareja y me las di de escapista por años, haciendo caso omiso de cómo y cuánto te extrañaba, a ti como un todo: al humano, al hombre, al amante, al partner, al amigo, al hermano, al otro frente a mí. Y así se mantuvo intermitente, molestoso casi, este vínculo psicomágico en el que anunciamos astralmente nuestros encuentros en la calle, o el desborde al maravillar atardeceres, o la capacidad de reconocernos en contextos y realidades diferentes. Para cada ying hay un yang, será que somos un poco eso. Los orientales tienen toda una teoría sobre una cinta roja que une a las almas cuando deben compartir ruta. Son secos, los chinitos. Hice todo lo posible por cortarlo, pero no hubo caso…

¿Que si te extraño? Menos, en realidad, pero sí. Desde que entendí que daba lo mismo si estábamos o no juntos, porque como si fuésemos siameses espirituales estamos pegados igual aunque estemos en hemisferios distintos, me puse a prueba y quebré esa dinámica huidiza. Reencontrarte físicamente de vez en cuando, saber que estoy y que estás independiente del cuándo o el cómo, me entrega una sensación de bienestar compleja de explicar aunque estoy cierta que sabes a qué me refiero. Pero extraño esa complicidad de fuego en cada otro que me ha acompañado, que ha dormido conmigo, que ha caminado de mi mano. Y claro, uno se acostumbra a los sucedáneos, y entiende que no se puede tener todo en la vida, que los caminos son diferentes y las decisiones son personalísimas. Pero llega un punto en el que, muy para mis adentros, tuerzo en silencio la boca, levanto la ceja y miro hacia abajo, pensando en que todo podría haber sido diferente.

… Imanes. Eso somos, imanes: estructuras minerales atraídas entre sí. Tanto, que a veces siento que somos un mismo espíritu en dos cuerpos separados. Si, tanto así es lo que me pasa contigo.