... La que escribe.

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Santiago, Chile
Soy una mujer que también es amiga, hija, nieta, hermana, prima, sobrina y mil cosas más. Disfruto regalando sonrisas en la calle y quiero pensar que el mundo es mejor con ese simple gesto; por eso, me ando buscando. Si usted me ve por ahí, avíseme!

jueves, abril 22, 2010

PLENITUD

Esta quietud de latidos y sonrisas
me tiene el corazón absorto.

Reírse, reírme, reírte y reírnos...
Válvula directa del alma, la carcajada,
para no explotar de tanto sentimiento.

Los suspiros son lo mismo,
reflejo corpóreo para alivianar un espíritu
que no tiene cómo acomodarse en el pecho.

Un abrazo sigue al otro,
y los besos retozan madrugadas enteras.

Quedarme acurrucada para sentir y sentir y sentir...

Qué bien se siente la felicidad.

domingo, abril 11, 2010

URGENCIAS

Esta urgencia de sentirte me está torturando;
se me va la voluntad, la fortaleza, la energía.

Añoranza cotidiana,
ahora tan mía como la piel misma.

Esta urgencia de tu abrazo
me vuelve pesados los hombros,
el alma, la garganta.

Nostalgia que me enrostra
la evidencia del no retorno.

Urgencia de regocijo simple
por ver el crisol de tus ojitos de caleidoscopio,
por besar rápido tu mejilla y contemplar
el nacimiento eterno de esa minúscula margarita.

Amor de viento y agua, que te tornas por ausencia
pura lágrima y suspiro.

Tengo en mí la urgencia de compartir contigo
lo que tengo y lo que soy,
de hacer de la distancia una excepción
a esta regla torcida que aprieta y estruja
la esencia del alma y los sentidos.

viernes, abril 09, 2010

POESÍA

Hay una condena no prescrita;
cadenas de plata y fuego,
instintivas, cáusticas,
eternas, invisibles.

Hay una sentencia silenciosa
a amarse de por vida,
pues por todos los caminos del mundo,
seremos siempre juntos poesía...

Sentir de vida y muerte
de gratitudes cómplices,
de respeto mutuo.

De mirada tuya,
de sonrisa mía.

Abrazo contenido,
sin calendarios ni relojes.

Palpitar profundo
de mitología y guerras frías.

Todas las copas del mundo serán pocas:
tiembla Baco y se solazan las musas...

Los sentidos no cambian a tu paso.

Todo el silencio y toda la risa
permanecen unidos
mientras sigas explotando,
poesía.

sábado, abril 03, 2010

MEMORIA VIVA

Extraño sentirte piel y sudor;
horas eternas de hambre vital y latidos.
Tus piernas contrayendo las mías en una pugna ansiosa,
retorciendo suspiros ahogados
y gimiéndote el alma en un abrazo.

Asombro. Deleite. Delirio.
Tu lengua y la mía, una sola.
Tu pecho en el mío como agua de mares infinitos.
Apetito insaciable de caricias,
fusión absorta de sentir perfecto.

Reclamo en propiedad todo tu aroma,
dedos de escafandra, y las mareas de tu lengua ansiosa.
Se quiebra mi cintura y se estremece,
y tu espalda exquisita se rinde ante la urgencia de mis manos.

En ti queda mi realidad de continente doblegado:
océanos y playas, mis colinas y llanuras.
Te llevas en un jadeo la última certeza
y un estremecer de lava inunda esta memoria viva.

jueves, abril 01, 2010

DOÑA ANA

Ana ha sido una mujer intensa.

De pasos firmes y ágiles, determinada, pasional, práctica.

Con un amor enorme por la cocina y por las plantas, aunque no tanto por los animales. Mata gatos y enseña a usar la onda para tales efectos.

Ana se fue a vivir sola temprano, a trabajar duro, siendo muy joven y en un tiempo en el que era difícil hacer vida independiente siendo mujer en Chile.

Ana ama el baile, la risa y la armonía. Sobre todo la música española, es una delicia oírla cantar "El beso". Tiene un humor irónico y es sumamente ingeniosa. Posee un dinamismo contagioso, y a veces algo abrumador.

Ana es sumamente ahorrativa, organizada y hacedora. Soluciona con la misma facilidad una rodilla pelada de un niño lloroso como la filtración de algún baño. Inventa cosas, como la rueda de regadío donde los nietos hicieron nata por veranos eternos.

Ana es de voz destemplada y gritona, impaciente y porfiada como pocas. Para quienes quiere, jamás faltarán en su casa ni camas ni un plato de comida. Y ella quiere a mucha gente.

Ana usa un gorrito de lana para cubrir sus pocos pelos, un chaleco marrón y unos aritos de oro en forma de botita. Da la impresión que hubiese nacido así, con gorrito, chaleco y aritos.

Jamás se la ve tranquila y mucho menos quieta; se levanta al alba y se acuesta con las gallinas. Y siempre, siempre que está en el patio, se la ve con el culo al cielo ya sea plantando o desmalezando, arremangados los brazos y con un pañuelo para secar el sudor de la frente que saca cada cierto tiempo.

Hace mermeladas que más parecen ambrosía, zanja aceitunas con la rapidez de un cowboy en un duelo a muerte y tiene los deditos verdes pues todo lo que toca germina.
Es cosa de ver sus violetas de persia.

A doña Ana se la respeta y a veces hasta se la teme. Todo el mundo la conoce, si no por su genio, por su habilidad para los negocios o por lo buena samaritana.

Porque además tiene conciencia social. Mucha. Por eso se casó con un hombre hecho para ella. Y eso, además de causarle felicidad a borbotones, le costó en su momento varios miedos, dolores, impotencias y angustias. Casi le cuesta algunos hijos. Pero no se arrepiente de nada, cómo hacerlo, si ha sido tan feliz. Es la vida, nomás, como ella dice.

Doña Ana es tan porfiada que cuando los médicos le dijeron que quedaría postrada en cama de por vida tras sufrir un atropello, decidió que qué sabían ellos y volvió a caminar de puro tosuda que es. Del mismo modo, cuando le salió un tococo en la teta, como ella le dijo al pasar a sus hijas bien entrados sus 80, decidió que el cáncer de mamas no era una cosa para andarse muriendo así que la operaron y quedó fresca como lechuga de guarda.

Doña Ana tiene cinco hijos y una cantidad de nietos que me da miedo contar. Varios bisnietos ya a estas alturas también. Crió hijos ajenos como propios, cuidó en salud y enfermedad no solo a su marido sino a quien así lo requiriera.

Doña Ana es un poco todos nosotros. Lo digo en serio, porque es mi abuela. Y porque la veo a ella en el humor de mi papá, en la voz de mi tía Anaberta, en lo inquieta de mi tía Nina, en lo porfiada de mi tío Juan, en la sonrisa de mi tía Cecilia (no sigo con los nietos, y menos con los bisnietos; sería de nunca acabar)

... Este es mi modo de compartir con el mundo todo lo que la quiero.