Da lo mismo si me crees
cuando respiro un te quiero:
tus pupilas gritan lo que tu lengua calla,
y si bien no consigo extirpar
las putas letras de tu garganta autista,
el silencio urgente de tu abrazo absoluto
me regala una certeza cómplice
libre de dudas y espacios.
Poco importa si no sabes,
si no entiendes,
si mantienes la premisa
de esconderte de tí mismo,
en un afán autoflagelante y penitente:
basta que en ese silencio vociferante
te aferres a mi mano
como un ciego al lazarillo
y la sumerjas en el centro de tu pecho abierto
para comprender tu necesidad de mi,
de estas caricias palpitadas desde adentro.
No interesan tus ideas,
tus constructos,
tus deberes autoimpuestos
ni tus escapularios laicos:
es mi propio acto de fe
adorar tu pupila intacta,escondida
en el tris del amago de tu sonrisa limpia,
liberada justo antes del abrazo...
en una devoción intensa resumible
en los restos de la danza de aire tibio
que acaricia tus memorias y mis recuerdos.
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