... La que escribe.

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Santiago, Chile
Soy una mujer que también es amiga, hija, nieta, hermana, prima, sobrina y mil cosas más. Disfruto regalando sonrisas en la calle y quiero pensar que el mundo es mejor con ese simple gesto; por eso, me ando buscando. Si usted me ve por ahí, avíseme!

viernes, junio 30, 2006

LOS NAZIS, EL FÚTBOL Y MI TRABAJO

Hoy me da lo mismo tratar de ser objetiva. No quiero serlo. Estoy sumamente molesta... de hecho, estoy indignada.
Bien; hoy jugó Alemania versus Argentina por el Mundial de Fútbol; como empataron, fueron a definición a penales y Alemania ganó.
Hasta ahí, no hay comentarios que hacer, salvo que traté de llamar a mi marido (hincha de toda la vida e irracionalmente de Alemania) pero que no me contestó.
Por mi horario, la transmisión me pilló en la sala de prensa de la radio donde trabajo, y mientras yo me afanaba frente al computador (claro, igual pendiente del partido) había una docena de personas viendo el duelo, algunos gritando por Argentina, otros tantos (los menos, hay que decirlo) alentando a los germanos. Hasta ahí, todo perfecto.
Lo que cambió mi humor a un estado de indignación efervescente fueron los gritos y ademanes de victoria tras la consolidación del triunfo de los teutones... los brazos derechos alzados y, a voz en cuello, entonaciones del tristemente conocido "¡Heil, Hitler!".
Deben haber sido unas cinco personas; una de ellas es descendiente directa de la raza aria, así que no me extraña. Pero la otra tropa de pelotudos, lo hacían de puro monos que son...
Entre ellos, un fascista en particular que definitivamente me repugna, y con el que debo trabajar codo a codo a diario.
Me sentí agredida; creo que de todos los fundamentalismos, éste debe ser uno de los que con lejos más me choca.
Y ojo, no es que quiera dármelas de perseguida, no soy pro sionista, ni me las estoy dando de "skinhead antifascista" ni nada por el estilo... pero me choca que en mi mismo ambiente de trabajo hayan tantos Imbéciles (sí, con mayúscula) contaminando el ambiente con arengas odiosas, discriminadoras, anacrónicas y ajenas en un cien por ciento.
No me agrada trabajar donde los demás muestran esos niveles de intolerancia.
Y lo triste es que cada día me voy sintiendo más sola en este lugar.

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