... La que escribe.

Mi foto
Santiago, Chile
Soy una mujer que también es amiga, hija, nieta, hermana, prima, sobrina y mil cosas más. Disfruto regalando sonrisas en la calle y quiero pensar que el mundo es mejor con ese simple gesto; por eso, me ando buscando. Si usted me ve por ahí, avíseme!

jueves, junio 08, 2006

A LA FUERZA NO ES CARIÑO

Siempre he pretendido seguir la famosa parábola del Buen Samaritano. Independiente de las doctrinas religiosas que hayan de por medio, es una práctica social sumamente sana y enriquecedora.
Eso de hacer el bien y no mirar a quién es gratificante, uno queda con un gustillo dulzón en el alma, e incluso trato cotidianamente de reforzar esa conducta entre quienes viven a mi alrrededor. Pero debo reconocer con un dejo de inquietud que a veces el camino se me vuelve difícil… Me explico:
El martes quedé de juntarme con Daniel para ir a ver el remake de La Profecía, película que, como quienes me conocen saben bien, es uno de mis fetiches. La gracia era verla, en un arranque marketero por lo demás, el seis del seis del cero seis. De puro mona consumista, no más.
En eso estaba, terminé mi trabajo y arreglé mis cosas. En el camino, llamé a mi marido para coordinar bien a qué hora y a las afueras de qué cine nos juntábamos, pero me comenta que se encontró con Juan Pablo.
Quién es Juan Pablo, se preguntarán ustedes. Es un ex compañero de universidad, con quien Daniel compartió incluso la práctica. Nunca fue su amigo, nunca han hablado por teléfono, no sabemos su cumpleaños y menos grandes detalles de su vida.
Pero ahí estaba Juan Pablo, con Daniel, en un bar en pleno centro de Santiago, tomándose un pitcher como si fueran poto y calzón. El hecho en sí no tenía nada de malo, al contrario, Daniel estaba contento por haberse encontrado con este personaje con el que compartió tantos años de su vida. Pero a mí la cosa no me inspiraba como un gran prospecto de cambio de planes.
Daniel me salió a buscar a la esquina de Teatinos con Huérfanos, y me llevó al lugar donde estaban, felices de la vida, empinando ya el segundo pitcher.
Juro por mis hermanitos adorados que no tengo nada en contra de Juan Pablo. Es una persona algo extraña, solitaria, no tiene amigos, está sin un trabajo estable y con un tratamiento médico por bipolaridad. Bicho raro el muchacho... pero con una mano en el corazón, yo también puedo pasar tranquilamente por un especímen similar, así que no hay nada que comentar al respecto.
El punto es que miré la hora, y me di cuenta de inmediato que mis planes de disfrutar del par de horas de sano terror morboso en pantalla grande que planifiqué se habían ido directo al tacho de la basura.
Traté de divertirme; en mi conciencia sonaba con efecto de eco la voz de Daniel diciéndome que Juan Pablo es una excelente persona y que no tiene amigos. Era como un Pepe Grillo que me instaba a ser amable a la fuerza.
Reconozco con pesar que salí del bar bastante apestada. Había compartido tres horas con alguien con quien no me interesaba pasar mi tiempo, ese poco y preciado tiempo de esparcimiento y recreación que nos queda a todos los mortales que trabajamos a lo menos nueve horas por día.
Le comenté a Daniel que ya tengo bastantes amigos y que en realidad no me interesa tener más... digo, prefiero ahondar y mejorar los vínculos que ya tengo hechos y afianzados, que son varios, así que le expliqué que no tengo tiempo ni ganas de andar conociendo y entendiendo rollos ajenos de personas a las que ni conozco ni me interesa conocer.
La mirada de desaprobación de mi media naranja pudo más que mil argumentos... Se que es feo, que suena egoísta, que Juan Pablo no tiene la culpa de ser como es, y por eso no puedo evitar sentirme culpable.
Pero qué quieren que le haga... no me arrepiento de lo dicho. Soy una buena samaritana, pero a la fuerza, no vale. Mi tatita siempre dice que a la fuerza no es cariño, y yo le encuentro toda la razón.

2 comentarios:

Mallén dijo...

Hay, Cé...
Creo que esto lo hemos conversado en más de una ocasión; no viene al caso contraargumentar con lo que siempre digo, no corresponde, sobre todo considerando que no podemos garantizar que solo nuestros conocidos más cercanos leerán nuestras palabras.
Lo único que te puedo decir es que la gracia del amor precisamente radica en la entrega, en el sacrificio, en la humildad y en la paciencia.
Si, claro que he cambiado... imposible seguir siendo como era a los 18. Sería el colmo. Lo mejor de todo es que me siento orgullosa de mis cambios: me he vuelto una persona más analítica, menos atolondrada; he decidido transar "mi" vida por construir una vida de a dos... Y lo maravilloso es que yo lo decidí solita!
Sigo siendo una persona, de manera individual e independiente, pero potenciada con las riquezas y las falencias (porque las falencias también enriquecen)de Daniel.
Ese es el milagro que hace que llevemos casi una década juntos.
A ver si tu me puedes contar lo mismo, y espero de corazón que así sea, cuando lleves tanto tiempo como nosotros con mi querida amiga Pau.
Ah! y yo también te quiero mucho.

Dsanz dijo...

Debiste ir sola a ver la película Mallén, que quieres que te diga, la amistad era significativa para él y no para tí, claramente no debiste postergar ver tu pelìcula, aunque tuvieras enfrente a el mismísimo Damián, jejejejeje.
Yo sé que ud es buena, pero no hay que abusar pues.
saludos a Juan Pablo, jejejejejeje.